La fertilidad femenina es un tema que, para mal o para bien, siempre se ha tenido en cuenta a lo largo de la historia. Con el pasar de los años, las personas se dieron cuenta que detrás del útero hay una persona, con los mismos derechos y deberes que los hombres.
Ha sido una lucha de generaciones, pero poco a poco se ha logrado que el rol de las mujeres se igualen al del hombre.
Hoy en día las mujeres somos miembros activos de la sociedad, podemos ser las protagonistas de la historias o emprender nuestros propios negocios. Los límites, poco a poco, van desapareciendo.
Esto es importante mencionarlo porque, con toda esta oleada de derechos, vienen ciertas ventajas. Una vez que se dejó de ver a las mujeres solo cómo madres, se empezaron a buscar maneras para controlar la fertilidad femenina.
La historia de los anticonceptivos
Cuando pensamos en formas de evitar un embarazo, lo primero que se nos viene la mente es un preservativo. El condón tiene siglos siendo utilizado por las personas. Incluso hay pinturas rupestres, que datan del 33000 y el 9000 a.c., donde se puede observar una versión prehistórica de este método anticonceptivo.
En 1564 aparece el condón como una forma de combatir la sífilis. Progresivamente, toda Europa comenzó a usar este objeto. Para 1826, el papa León XIII condena su uso porque va en contra de la voluntad divina de procrear.
No es sino hasta 1850 cuando se fabrica el primer condón de látex y, a partir de ese momento, se inicia la producción en masa.
Aunque el preservativo es usado por el bien tanto de hombres y mujeres, lo cierto es que hacía falta un anticonceptivo que estuviese destinado al público femenino. En 1970 dos luchadoras sociales, Jenny Bentham y Mary Wollstonect, plantean la igualdad de la mujer. Es entonces cuando vemos los primeros pasos de relacionar el control de la natalidad y la idea de que la liberación femenina.
Para 1873 la historia era otra. Un evangelista americano, Anthony Comstock, había logrado que el Gobierno Americano promulgara una serie de leyes, entre ellas una que prohibía el uso y la investigación de los anticonceptivos.
La represión de ese momento fue combatida por Margaret Higgins Sanger Slee, enfermera y fundadora del movimiento a favor del control de la natalidad. Margaret entendió la necesidad de desarrollar métodos anticonceptivos para evitar embarazos no deseados que, según ella, conducen a abortos y a menudo practicados en situaciones insalubres.
Higgins Fundó en 1921 la Liga Americana para el Control de Natalidad, luego convertida en la Federación de Planificación Familiar y organizó además la primera Conferencia Mundial sobre Población, celebrada en Ginebra el año 1927.
Simultáneamente a este fenómeno social, se estaban dando avances científicos que, eventualmente, harían posible la inhibición de la ovulación femenina.
¿Cómo llegamos a la píldora?
Se empiezaron a hacer experimentos en animales para ver si se podía lograr esta inhibición a través de la progesterona. Una vez que se publicaron casos donde se comprobaba el efecto de esta hormona, la empresa mexicana Syntex S.A comienza a trabajar en la sintetización de la misma.
Los primeros resultados permitieron preparar una píldora en 1955, que luego recibió el nombre comercial de Enovid. Del laboratorio se pasó enseguida a la fase de experimentación sobre mujeres. Los experimentos se iniciaron en 1956 en Puerto Rico, y el año siguiente en Haití y en Ciudad de México.
En un principio, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos aprobó en un principio la píldora, no como un anticonceptivo sino como una pastilla para regular la menstruación. El 23 de junio de 1960, la píldora recibía el permiso para ser vendida explícitamente como anticonceptivo oral.
En ese momento no lo sabían, pero Estados Unidos acababa de comenzar una revolución que cambiaría la vida de las mujeres para siempre. Ahora podrían separar su vida sexual de su maternidad, permitiéndoles más control sobre el tema.
En resumen, la mujer comenzó a gozar de una ventaja que solo tenían los hombres en ese momento, poder practicar y descubrir su sexualidad sin tener que verse expuestas a la posibilidad de tener hijos.
Desde entonces, los laboratorios trabajan intensamente para perfeccionar y mejorar la pastilla anticonceptiva, aumentando su eficacia y disminuyendo los efectos colaterales de la misma.
Luego de la pastilla, ¿qué?
En el terreno de la anticoncepción, actualmente existen muchas opciones entre las cuales elegir. Desde DIU hasta condones femeninos, el catálogo no podría ser más variado. Sin embargo, en el tema de la fertilidad femenina existe otro tratamiento que, al igual que las pastillas anticonceptivas en su momento, marcó un antes y un después en la vida de la mujeres.
Estamos hablando del congelamiento de óvulos. Este es un proceso mediante el cual se congelan los óvulos para mantenerlos en una estado de “vida suspendida”. Es decir, aunque la mujer envejezca, sus óvulos no sufrirán los efectos del tiempo.
Este proceso es toda una revolución porque le permite a la mujer continuar con su vida sin preocuparse por el temido reloj biológico. Es que los estudios han demostrado que existe una relación entre la capacidad reproductiva de una mujer y su edad. Las mujeres suelen alcanzar el pico de fertilidad a mediados de los 20 años.
A mayor edad, mayor riesgo tiene el embarazo. Muchas mujeres ven esto como una carrera contrarreloj con su fertilidad y optan por tener hijos mientras pueden, pero muchas veces no mientras quieren.
Esta es la belleza del congelamiento de óvulos, es un procedimiento que te da a vos el control sobre tu futuro. Su popularización y perfeccionamiento en los últimos años significó una revolución para la vida fértil de las mujeres alrededor del mundo.
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